El texto de a continuación lo hemos copiado, con su permiso, del muro de Facebook de Fausto Canales, un luchador incansable que lleva muchos años intentando recuperar los restos de su padre, asesinado con otras 6 personas en las cercanías de su pueblo, Pajares de Adaja (Ávila). Años después de sus asesinatos, el régimen del general Franco decidió exhumar los restos de miles de personas y trasladarlos al Valle de los Caídos, en Cuelgamuros, sin consentimiento de sus familias, que ignoraban lo que el régimen había decidido para ellos y sus familiares asesinados. Éste es el texto del muro de Fausto. Que no se olvide.
Hoy jueves 20 de agosto de 2020 se cumplen 84 años del secuestro con nocturnidad de sus domicilios familiares y asesinato casi inmediato de 6 hombres y una mujer de Pajares de Adaja, víctimas de la represión golpista-fascista.
Sus nombres: Celestino, Emilio, Flora, Pedro Ángel, Román, Valerico y Víctor.
HONOR Y GLORIA para todos ellos.
El relato con título incluido que publico a continuación en mi muro por primera vez, se me entregó por el alcalde de Aldeaseca en el curso de mis investigaciones que a su vez lo había recibido de un familiar que había respetado la cautela del autor de que permaneciera oculto hasta después de su fallecimiento acaecido con más de 80 años.
El relator era natural del pueblo vecino de Fuente el Sauz. Se trata de un viaje en coche de mulas que conduce el criado desde Fuente el Sauz a Arévalo llevando a su amo y la hija pasando por Aldeaseca.
Este viaje fue en hora temprana de la mañana del 20 de agosto de 1936 cuando todavía yacían en la cuneta cubiertos con sacos, los cadáveres de seis hombres y una mujer. Se trataba de siete víctimas de Pajares de Adaja, entre ellas mi padre, que habían sido asesinadas todavía de noche en ese punto y lugar del término de Aldeaseca que describe el autor en el relato que titula » Camino de tristeza». Habían sido sacados de sus casas sobre las dos de la madrugada a punta de pistola y maniatadas fueron conducidas a una camioneta aparcada en el centro del pueblo, por una de las numerosas partidas de falangistas que operaban en los pueblos de la comarca abulense de La Moraña, auxiliados en perfecta sintonía con falangistas y caciques locales, que habían confeccionado las listas negras y colaboraron en las detenciones en los domicilios de las víctimas.
El destino de la camioneta resultó ser el punto y cuneta descritos en » Camino de tristeza», en las inmediaciones de Aldeaseca, distante de Pajares de Adaja unos 30 kilómetros.
“CAMINO DE TRISTEZA»
Un día de este triste año 1936, me dijo el amo:
«Engancha el coche de mulas, que vamos a Arévalo».
Llevaba en el coche al amo y a una hija suya, cuando al llegar a Aldeaseca vimos que estaba cortada la carretera con vigas.
Nos salieron al encuentro dos fascistas y se fueron a la parte de atrás del coche donde se encontraba el amo diciéndole:
Este que conduce el coche es de confianza?.
A lo que el amo contestó:
Sí.
Entonces el fascista le dijo:
Justifíquemelo. Si no, queda detenido.
Yo ya las veía negras, pero el amo venía prevenido, cosa que yo no sabía; había hecho un salvoconducto en el Ayuntamiento y nos dejaron pasar.
Allí se nos subió un vecino de Aldeaseca que iba para Arévalo, yo le conocía bien.
Como el amo era tardo de oído, se hicieron señas indicando que hablaran despacio. Yo miraba hacia delante pero el oído iba para atrás.
Antes de llegar a la casilla de los camineros, en las tierras a mano izquierda, había un bulto y el nuevo viajero les explicaba que allí, tapados con sacos y mantas, había seis hombres y una mujer que mataron esa misma noche.
Seguimos el camino y al llegar al sitio que llaman “Pinar de las cuarenta obradas” les dijo:
Aquí anoche mataron a dos. Uno de ellos no sé cómo pudo desatarse. Al llegar al sitio les empujaron y cayeron al suelo, pero el que se desató conocía a uno de los matones, se abrazó a él y le decía “pero me vas a matar”.
El nuevo viajero añadió:
Pensábamos que se hacía de día y no le podían matar.
Así, que vaya un bicho que llevaba en el coche, yo no miraba hacia atrás y de vez en cuando daba una voz a las mulas para despistar.
Él repetía y decía lo mucho que les hizo trabajar hasta que cayó.
Y yo digo-¿Qué haría este fulano si le estuvieran asesinando a él?
Qué horroroso es pensar en esto y con qué alegría lo contaban los criminales”.
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