Hola a todos, buenos días,
Como ha dicho Natalia, mi padre me confió un día un secreto largamente guardado: su padre, mi abuelo Juan María, había muerto en una cárcel franquista, una prisión de exterminio, y había sido enterrado allí por sus propios compañeros.
Cuando me lo contó, yo mismo no podía llegar a entender el miedo que mi padre había sentido durante tantos años, un miedo que le había llevado a ocultar las circunstancias de la muerte de su propio padre. Fue mi insistencia la que le animó a contarnos algo que llevaba más de 50 años ocultando.
Como ha dicho Natalia, Eneko y yo fuimos a Valdenoceda. Y ahí empezó nuestro periplo.
Nos horrorizó especialmente ver que la parcela en la que estaban enterrados los presos se había integrado en 1989 en el Cementerio Parroquial, que había sido ampliado porque el Cementerio original estaba lleno. Desde ese año, 1989, la parcela era ya camposanto. Y eso, por una parte, dejaba más tranquilo a algunos de nosotros.
Pero, por otra parte, no puedo ocultar que a la inmensa mayoría de nosotros nos producía un profundo rechazo el hecho de que los nuevos enterramientos del pueblo se estaban realizando encima de los huesos de los nuestros. Nos parecía una muestra más de la falta de respeto y de dignidad con la que habían sido tratados en el final de su vida y en su muerte.
Y por eso nos pusimos en marcha, con el objetivo de reparar, en la medida de nuestras posibilidades, este nuevo acto de injusticia.
Tuvimos la suerte de encontrar a algunas familias, que querían recuperar los restos de su padre o de su abuelo y llevarlos a su pueblo. Así de sencillo. Era un acto de pura humanidad lo que nos movía.
En ese inicio, encontramos a una familia que ha sido para nosotros especialmente importante. El patriarca, Ernesto Sempere, había sido preso en Valdenoceda. Él nos contó en primera persona el horror de lo que allí se vivió. Sus memorias escritas circulan en internet y se encuentran también en nuestra página web.
Sus hijos, que han honrado siempre la figura de su padre, se sumaron rápidamente a esta labor de reparación de las víctimas, labor que acometían con el entusiasmo de saber que estaban ayudando a reparar la memoria de personas que habían sido compañeros y amigos de su padre, de Ernesto.
Vaya para los Sempere todo mi reconocimiento. Mil gracias.
También contactamos con la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a la que debemos mucho de lo que hemos conseguido. Su labor, su ayuda, su apoyo,… han sido fundamentales en todo este tiempo. Sin ellos, nada sería igual. Gracias, Aranzadi. Gracias Paco, gracias Jimi, gracias Luis….
Poco a poco fuimos sumando familias. Y empezamos a formar un grupo grande, hasta que en 2005 decidimos constituirnos como Agrupación.
Cierto es que por aquel entonces ni siquiera soñábamos con la posibilidad de exhumar esos restos. Y menos aún de identificar a algunos de ellos.
A finales de 2005, la Agrupación inició los trámites para solicitar una primera subvención para llevar a cabo la exhumación de los restos allí enterrados. Y en 2006 nos fue concedida. Aranzadi nos proporcionó a un grupo de antropólogos que dedicaron cinco meses de trabajo a exhumar 114 restos y a realizar un profundo estudio de los huesos, un estudio que permitiera acercarnos a las causas del fallecimiento de cada uno, a las características físicas de cada persona….
Fueron meses apasionantes, plagados de visitas a Valdenoceda. Tuve incluso la enorme suerte de llevar a mi aita y enseñarle unos huesos que, muy probablemente, eran los de su propio padre. La emoción fue tremenda.
En Julio de 2007, los antropólogos habían finalizado toda la exhumación y el estudio antropológico y guardaban los restos en cajas individuales. Al mismo tiempo, gracias a Angel Arce construimos en el Cementerio un panteón, donde podríamos alojar todos los restos, para que descansasen allí para siempre. Las cajas individuales estaban guardadas en aquel momento en el Salón Municipal que está situado junto a la Iglesia. Desde allí, todos los presentes fuimos trasladando las cajas al Panteón del Cementerio.
Mi padre, muy enfermo ya, estaba en silla de ruedas. Ayudado por uno de nosotros, cogió una de esas cajas, la puso sobre su regazo en la silla de ruedas y fue con ella hasta el Cementerio. Creo que ése ha sido uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Nunca me lo dijo, pero creo que él tenía la sensación de que por fin recuperaba en parte a su padre.
Pero no nos podíamos quedar quietos. En primer lugar, porque muchas familias querían y quieren recuperar los restos de su padre o de su abuelo. Y así lo hicimos. En 2009 solicitamos una nueva subvención, con el objetivo de conseguir la identificación de esos restos mediante técnicas de ADN. Para ello, era imprescindible encontrar a sus descendientes, para contrastar el ADN de los restos de los fallecidos con el de los vivos. Y este trabajo empezó a dar más frutos concretos.
En marzo de 2010 conseguimos la devolución a sus familias, en este mismo lugar, de 15 restos. Y en 2011, entregamos tres restos identificados más. Y en 2012, dos. El pasado abril, entregamos en Valdenoceda los restos de Manuel Muñoz Arias. Y hoy, apenas dos meses después, entregamos cinco más. En total, hemos conseguido en tres años la entrega de 26 restos.
Pero no queremos pararnos ahí. Más restos deben ser (y me atrevo a decir que van a ser) identificados.
Y no queremos parar porque debajo de las tumbas nuevas reposan todavía muchos restos de presos de Valdenoceda. Creemos que puede haber hasta 37 restos.
Para hacer esto posible, hablamos con las familias de los fallecidos recientemente en el pueblo y solicitamos permiso para trasladar las tumbas de sus seres queridos a otra zona del cementerio. Muchas ya accedieron. Y solicitamos hace dos años una nueva subvención.
Pero no conseguimos todos los permisos en plazo y perdimos la subvención. En 2012, el Gobierno nos exigió la devolución de la subvención y el pago, incluso, de 3.927,55 euros en concepto de intereses de demora. La sensación fue humillante. Nos quitan una subvención, nos exigen intereses y terminan con la posibilidad de exhumar esos restos aún pendientes. Y, mientras, asistimos a espectáculos de corrupción que salpican a todas las instituciones y vemos cómo se dejan en 0 las subvenciones a la Memoria Histórica, mientras sí se destina mucho dinero a la rehabilitación del Valle de los Caídos, el monumento que acoge al militar que organizó una sublevación que costó la vida a cientos de miles de españoles.
A pesar de eso, os garantizo que esta Agrupación no se va a quedar de brazos cruzados. En este momento, estamos inmersos en acelerar el proceso de la identificación de los restos que tenemos, hasta que agotemos los escasos euros que nos quedan de la subvención que nos entregaron. Inmediatamente después, diseñaremos un plan para recuperar los restos que quedan. Os garantizo, amigos míos, que no vamos a parar hasta conseguir que esos restos sean enterrados dignamente.
Dicho todo esto, os confieso que me ruboriza pensar que muchos de vosotros creéis que soy el que ha hecho posible todo esto. Y eso, sencillamente, no es verdad.
Mucha gente, como ya me habéis oído decir, ha trabajado intensamente en esto. Para todos, se trata, simplemente, de un acto de Justicia, Verdad y Reparación. Queremos mirar adelante, pero queremos hacerlo con la tranquilidad de tener un pasado resuelto, sin cabos sueltos, sin heridas pendientes.
Durante muchos años, mi padre, nuestros padres, nosotros mismos hemos tenido abierta una herida. Y quiero decir abiertamente que queremos cerrarla. Y sólo podemos empezar a cerrarla así, dando sepultura digna a los nuestros, reparando un honor que, aunque nunca lo perdieron, sí quisieron arrebatárselo.
Personalmente, creo que ya es hora de que los españoles comencemos a mirar al futuro.
La Memoria Histórica no es, en contra de lo que dicen unos pocos, un acto de revancha. Es, en realidad, una oportunidad para cerrar la transición abierta desde 1977.
Os quiero decir, sinceramente, que no entiendo cómo un Gobierno puede dejar pasar la oportunidad histórica de acabar de una vez con las dos Españas. Tenemos que conseguir terminar con esa imagen de los cuadros de Goya de dos españoles frente a frente, pegándose. Necesitamos tolerancia. Y para ello necesitamos enterrar a los nuestros, porque para mirar al futuro tenemos que tener claro cómo fue nuestro pasado.
Como decía, entiendo poco a un Gobierno que deja pasar una oportunidad como ésta. Pero menos aún entiendo que no sean capaces de comprender nuestra necesidad de dar sepultura digna a nuestros muertos, de restaurar el honor de esas personas que murieron de forma tan injusta.
La Guerra Civil fue, simple y llanamente, una vergüenza. Y sus consecuencias, aún más. Muchos españoles murieron. Unos consiguieron reconocimiento y sus familias pudieron enterrarles como merecían. Pero otros quedaron en fosas, cunetas o, como los nuestros, en simples terrenos de una prisión. Y ahora ha llegado el momento de dar a esos restos lo que no pudieron tener y lo que otros sí tuvieron.
No es revancha, señoras y señores. Es un acto de pura justicia, de reparación del honor de unas víctimas. El Gobierno que no entienda esto es miope. Y las personas que no quieren entenderlo son, por decirlo finamente, intolerantes y carentes de los más mínimos valores humanos.
Seguiremos. Pese a quien pese. Y, si este Gobierno no nos deja, pediremos al próximo Gobierno que sepa enfocar esta noble causa y que lo haga de manera que todos, por fin, podamos aunar esfuerzos, sumar voluntades y ser tolerantes.
Muchas gracias a todos.
¡¡¡Pepe que grande eres!!! Te queremos.
Gracias por tanto esfuerzo! Todo mi apoyo y mi reconocimiento a tan digna labor.
Gracias, Ana. Un abrazo