Imágenes que valen más que mil palabras (III)

Abril de 2015. Patricia recoge los restos de su tío abuelo, Gonzalo Muñoz Torres, un cordobés de Villafranca, que murió en la prisión de Valdenoceda el 23 de junio de 1939.

Como en el momento de su muerte no había sitio en el cementerio, Gonzalo fue enterrado en el exterior, en plena calle, junto a la puerta del cementerio viejo. Cuando hicimos la exhumación en 2007, gentes de Valdenoceda nos indicaron que fuera, en plena calle, había al menos dos enterramientos. Los expertos de Aranzadi nos recomendaron el uso de tecnología de georádar. Y así se hizo. El georádar localizó enseguida los restos de dos personas. Una de ellas era Gonzalo Muñoz Torres.

La familia fue localizada y las pruebas de ADN confirmaron la identidad de los restos. En abril de 2015, en un día soleado en Valdenoceda, la familia recibía los restos de su tío abuelo, hermano del abuelo que estuvo toda la vida intentando localizarle. Patricia recogió la caja con los restos de Gonzalo y los depositó cuidadosamente en el suelo. Enseguida se acercó a ella su hija pequeña, que entonces apenas tenía dos años. En la foto se puede ver el cuidado con el que Patricia y su hija tratan la caja, la bandera y la nota que sólo dice GONZALO MUÑOZ TORRES.

Y en ese momento llega una ‘señal’: la niña deja caer su chupete sobre la caja en la que reposan los restos de su ancestro. Y es como si la cadena que nos une a todos con nuestros ancestros, una cadena que se rompió en 1939, se volviese a unir. Gonzalo ya está en casa, con su familia. El chupete de su bisnieta nos lo recordaba a todos. La foto que captó ese momento mágico es de nuestra gran amiga Fuen Benavente, del colectivo Memoria y Libertad, de Madrid.