18 de enero de 2015.-
La familia de ANTONIO RUBIO PIERNAGORDA nos ha encontrado. Buscanso, buscando…. sobre su bisabuelo, José Antonio dió, con la ayuda de un historiador local, con la Agrupación de Familias de Valdenoceda. Eso ha permitido que la familia sepa hoy que Antonio murió en Valdenoceda el 13 de marzo de 1942, hace casi 73 años, como consecuencia de las enfermedades del penal relacionadas con el hambre y el frío.
Natural de Baena, en la provincia de Córdoba, este hombre vió truncado su sueño de una España mejor y se vió sumido en un auténtico horror, horror al que se vió arrastrada toda su familia. En homenaje a él, a su bisabuela Presentación (mujer de Antonio), a la abuela Carmen (hija de Antonio) y a su madre Antonia, José Antonio nos escribe unas líneas desde el corazón, que ha querido compartir con todos. Aquí están.
Querido bisabuelo Antonio:
Aquel día que decidiste luchar por lo que creías justo, seguro que no imaginaste el tributo que ibais a pagar tu hija Carmen, tu nieta Antonia y tú mismo.
Te quedaste viudo con una niña de unos cinco años a tu cargo al fallecer tu esposa Presentación junto con el hijo que esperabais en un mal parto, para después caer prisionero cuando tu hija tenía unos catorce años y quedarse sola sin nadie que pudiera cuidar de ella al no tener familia a la que recurrir.
No puedo ni quiero imaginar cuanto tuvo que llorar y padecer mi abuela, pues a ella también le llegaron las consecuencias de ser tu hija. Y, para colmo de males, cuando mi madre tenía unos cinco años se la arrebataron de sus brazos para nunca más volverla a ver.
Tu nieta (mi madre) siempre me ha contado lo mucho que lloraba llamando a su madre cuando las separaron y que un día, cuando tenía unos catorce años, al preguntar por su madre al jefe del tutelar de menores, le dijo que era muy joven y que no le hacía falta saber quién era su madre.
Qué te puedo contar desde el corazón. Al saber por fin de tus últimos días, me he empapado hasta los huesos de cualquier tipo de información sobre el penal de Valdenoceda que hasta mí ha llegado.
Un penal inmundo, donde la más valiosa posesión que teníais tus compañeros y tú, aparte de vosotros mismos, era un cajón de madera que os servía de asiento y a la vez de humilde armarito para guardar vuestras escasas pertenencias, a saber un plato y una cuchara.
También unas almadreñas, pues cómo si no seríais capaces de soportar en vuestros pies descalzos el intenso frío de las tierras del norte de Burgos. En Córdoba, cuando hace frío, algunos siempre hemos dicho “Hace más frío que en Burgos”, como si de una siniestra premonición en nuestro caso se tratara.
Cuánto debiste padecer antes de fallecer, a sabiendas de que nunca volverías a ver a tu hija, pues veías cómo a tus compañeros y a ti os dejaban morir de hambre, frío y enfermedad. Y todavía más cuando, al hojear tu expediente carcelario, observo que se detalla tu buena conducta y que tu horrible crimen fue estar en el bando de los vencidos, pues no se detalla que a nadie le quitaras la vida y, sin embargo, a ti sí te la quitaron.
Hay mucho que contar y no puedo hacerlo en unas pocas páginas. No hay rencor en mi corazón. Pero sí ganas de que se sepa qué ocurrió contigo, con mi abuela y con mi madre, para que las heridas puedan por fin cerrarse.
Mi madre, hasta hace poco más de un año, no ha podido encontrarse con sus hermanos, pues siempre le contaron que su madre la abandonó en las vía muerta de un tren. Por eso nunca quiso saber nada de ella y de los hermanos que tenía por parte de madre, pues tu hija Carmen se casó de segundas al fallecer mi abuelo cuando mi madre tenía unos tres añitos para volver a quedarse sola y desamparada teniendo esta vez con ella a una niña pequeña a su cargo, tal y como a ti te sucedió.
Ya sabe por fin dónde está su madre. Y ha podido ponerle cara, pues no recordaba cómo era al separarlas el tutelar de menores siendo ella muy pequeñita, hecho que seguramente sucedió al ser nieta de un republicano condenado por enfrentarse al régimen. Eso, como te cuento, también salpicó durante toda su vida a tu hija Carmen.
Mi madre al fin se ha encontrado con sus hermanos. Y está descubriendo que todo lo que le contaron sobre su madre desde pequeñita ha sido una gran mentira.
Le dicen sus hermanos que su madre apenas hablaba, nunca sonreía. Ahora todos saben por qué tenía ese carácter, aunque sus hermanos siempre la han definido como una madre muy cariñosa y entregada a ellos.
Poco a poco vamos poniendo las cosas en su lugar. Ahora nos faltas tú, para traerte de vuelta a casa y que puedas descansar junto a los tuyos.
Esperando la llegada de ese día se despide de ti con un fuerte abrazo y un cálido beso tu biznieto.
José Antonio
Jose Antonio, felicidades, porque a pesar de las terribles circunstancias vividas por tu familia, habéis podido recuperar una parte de vuestra historia familiar.
Gracias a todos los que voluntariamente trabajáis para que todo esto sea posible.