29 de junio de 2015.-
La oportunidad para que una herida abierta pueda curarse, cicatrizar y asimilarse está en la experiencia de ser reconocida, pues nada que se mantiene encerrado y en oscuridad puede tener otro destino que la podredumbre y la enfermedad. Abrir las puertas, las ventanas y permitir la entrada de la luz, nos da la esperanza de que los hechos traumáticos de nuestra existencia no se conviertan en patologías individuales y sociales. Nos da la oportunidad de que el dolor vivido no se perpetúe generando un sufrimiento crónico y que, por tanto, pueda ser atravesado e integrado contribuyendo a la madurez y a un desarrollo evolutivo humano cada vez más elevado.
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