14 de mayo.-
Hoy recogemos aquí una colaboración especial de Olga de Miguel Salazar, psicoterapeuta y psicóloga clínica. Olga es nieta de Antonio Salazar Martín, muerto en Valdenoceda, exhumado, identificado y entregado a su familia. Olga nos dedica un texto muy especial, sobre heridas abiertas y la necesidad de dar pasos para empezar a cerrarlas.
Ventanas para la paz
La oportunidad para que una herida abierta pueda curarse, cicatrizar y asimilarse está en la experiencia de ser reconocida, pues nada que se mantiene encerrado y en oscuridad puede tener otro destino que la podredumbre y la enfermedad. Abrir las puertas, las ventanas y permitir la entrada de la luz, nos da la esperanza de que los hechos traumáticos de nuestra existencia no se conviertan en patologías individuales y sociales. Nos da la oportunidad de que el dolor vivido no se perpetúe generando un sufrimiento crónico y que, por tanto, pueda ser atravesado e integrado contribuyendo a la madurez y a un desarrollo evolutivo humano cada vez más elevado.
«Como sabemos, el origen de las neurosis no se halla en los hechos reales, sino en la necesidad de reprimirlos» Alice Miller.
Equivocada y torpemente se puede pensar que la ocultación y el intento de tapar y hacer como si nada hubiera pasado elimina los efectos y las secuelas de los daños y las violencias generadas. Este mecanismo de negación de la realidad no es más que un truco de magia de efectos devastadores para la existencia real.
Toda la violencia, el encarcelamiento, el hambre, el miedo, la tortura… vividas en la guerra civil, han marcado y abierto heridas profundas que el intento de olvido y la resistencia al reconocimiento de las mismas han pronunciado aún más. Fue mucho el miedo que la guerra y la dictadura generó, tanto que no se encontró otra manera de avanzar hacia la democracia que dar la impresión de que las atrocidades hechas desaparecerían como desaparecidos estaban, y siguen estando, tantos y tantos cuerpos víctimas de la enajenación humana. Buscar los cuerpos de nuestros muertos, identificarlos y enterrarlos es abrir las ventanas y las puertas y que entre la luz, y que las heridas puedan limpiarse y así cerrarse.
Ese miedo atroz que se quedó impreso no trae nada más que resentimiento, odio, discordia y daño. Lo que no está concluso, lo que se oculta, no desaparece sino que va manifestándose de diferentes formas hasta que es atendido. Tenemos la responsabilidad de concluir, de cerrar y de integrar nuestra historia. Ninguna existencia personal ni ningún pueblo o nación puede avanzar sin aprender de su historia, sin reconocer sus heridas, sin hacerse cargo de los muertos en el camino. Ningún país puede ir muy lejos si no se atreve a retroceder para asumir los daños generados y darles un lugar y un reconocimiento público. Verdugos y víctimas se quedaron atrapados en un torbellino insalvable a través del encierro del silencio. Nelson Mandela impulsó las Caravanas de la Paz en Suráfrica con la intención de que víctimas y verdugos se encontraran en el reconocimiento del daño. Relatar lo ocurrido públicamente, llorarlo, dejarse acompañar y a la vez que los verdugos lo presencien, lo vean, lo oigan y, sobre todo, lo sientan, llenó de esperanza el corazón de un pueblo.
Tenemos que cultivar los corazones y las mentes de nuestros dirigentes y mostrarles desde la consciencia que nos da nuestro dolor sostenido en el tiempo que lo que algunos llaman abrir heridas es, en realidad, cerrarlas; que lo que llaman remover el pasado, en realidad es calmar el presente; que no es necesario seguir teniendo miedo sino el coraje de buscar nuestros huesos y enterrarlos, acompañándonos todos para que de verdad, sin trucos, la paz sea una realidad individual y colectiva.
Olga de Miguel Salazar.
Psicóloga Clínica, Psicoterapeuta.
Nieta de Antonio Salazar, víctima de la enajenación humana en la cárcel de Valdenoceda.
El trauma y la transmisión generacional del mismo y la capacidad de soportarlo fué lo que me motivó para realizar la trilogía documental «LA LUZ QUE NO APAGARON» en 2008: http://mialternativa.net/index.php?option=com_content&view=article&id=73:trilogia-qla-luz-que-no-apagaronq-capitulo-1-vencer-el-miedo-2009-&catid=35:documentales&Itemid=62
Me alegra mucho leer esta colaboración de Olga de Miguel.
Poco a poco vamos reconociendo una secuencia que revela lo que la impunidad intenta esconder: el trauma en las víctimas de la Dictadura. ¿Porqué?, porque cuando hay trauma, hay daño. Y el daño señala la existencia de una víctima. Reconocer la existencia de una víctima permite conocer el delito y valorar la causa. Valorando el delito se calibran los móviles y los elementos del crímen. Y si hay crímen hay autor/es. Y cuando existen autores y delito, hay causa que juzgar. Y habiendo causa que juzgar, hay necesidad de justicia. Si en este punto se hurta la justicia es porque se pretende ocultar el delito y al delincuente. Eso sólo es posible con la impunidad, el encubrimiento o la complicidad y todo con una terrible consecuencia: la revictimización de los afectados. Silenciar y forzar el olvido en las víctimas es la base para desarrollar una Ingeniería jurídica capaz de eludir la justicia, de ahí la importancia que para la impunidad siempre ha tenido la coacción, el acoso, el miedo y el silencio de la víctima. Una enorme asimetría que en España establece dos tipos de víctimas: las INVISIBILIZADAS, SILENCIADAS, NO TRATADAS, NO RECONOCIDAS, NO JUDICIALIZADAS, NO REPARADAS, NO HONRADAS (las víctimas del terror de la dictadura de Franco y del desamparo del régimen posterior) y las TRATADAS, RECONOCIDAS, JUDICIALIZADAS, REPARADAS y HONRADAS (las víctimas del terrorismo, de catástrofes, accidentes, etc…) visibilizadas en los telediarios desde todos los ángulos imaginables.
La ciencia que estudia los diferentes traumas sufridos por las víctimas del terror de estado de nuestra dictadura, puede ayudar a que los daños permanezcan en la mesa hasta su reparación por encima de la impunidad y de la ley de punto final (Amnistía de 1977) hacha para desatenderlos.