28 de marzo de 2015.-
La Agrupación de Familiares de Represaliados en Valdenoceda ha sido invitada al IX Homenaje a las Víctimas del Franquismo en Madrid, celebrado esta mañana. Al acto, organizado de forma impecable, han asistido unas 300 personas venidas de muchas partes de España y ha contado con la intervención, entre otros, de la escritora Almudena Grandes o del actor Carlos Olalla. Se ha tratado de un acto muy emotivo, de reconocimiento a las víctimas y a sus valores, celebrado en la misma tapia del cementerio en la que fueron fusiladas tras la guerra civil cerca de 3.000 personas.
La Agrupación de Valdenoceda quiere agradecer a Memoria y Libertad, organizadora, su invitación a este acto.
Durante el acto, la Agrupación de Valdenoceda ha estado presente con la lectura, por parte de uno de sus miembros, del siguiente texto:
Buenos días a todos,
Valdenoceda es un pueblecito del norte de Burgos. Un lugar de cuento, donde el río Ebro, ya muy caudaloso, discurre mansamente entre los cañones de las montañas de la comarca de Valdivielso.
Allí, entre 1938 y 1943, hubo una terrible prisión de castigo. Una prisión en la que la dictadura encarceló a cientos de presos andaluces, manchegos, madrileños,….
Allí no se mataba a nadie. O sí.
Lo explicaré de otra forma: allí no se disparó contra nadie. Allí el régimen no gastó una sola bala. Les bastó con no dar de comer a aquellos presos. Y así fueron muriendo uno a uno.
154 personas murieron de hambre, sobre todo entre los meses de febrero de 1941 y junio de 1942. En aquellos duros días, los presos apenas comían. Y muchos de ellos murieron.
Sus compañeros supervivientes se encargaban de fabricar, con tablones de madera, un ataud. En él metían al compañero muerto, con sus escasísimas pertenencias personales. Lo llevaban a una parcela que estaba situada junto al cementerio parroquial. Y allí le daban un entierro lo más digno posible.
Con el cierre de la cárcel y el paso del tiempo, toda huella de los enterramientos se perdió. Y la parcela se descuidó.
En los años 70, el cementerio parroquial se quedó pequeño. Y la Iglesia se hizo con la propiedad de ese solar. Comenzaron a enterrar a los fallecidos del pueblo encima de los restos de los presos.
Éste fue el detonante para algunas familias, que empezamos a tomar conciencia de lo que allí estaba sucediendo. Lo cierto es que al abandono de los restos de nuestros padres y abuelos se sumaba la humillación de ver cómo, sin siquiera pedir opinión a las familias de los muertos, se procedía a enterrar a otras personas encima de nuestros familiares.
Gracias a internet conseguimos organizarnos. Comenzamos siendo 3 familias. Hoy somos ya 114 las familias localizadas de aquellos 154 presos. Todavía buscamos a 40.
En 2007 pudimos realizar una exhumación parcial, en la parte de la parcela en la que aún no se habían producido enterramientos nuevos. Y conseguimos exhumar 116 cuerpos.
En ese momento, comenzamos a contrastar ADN de los descendientes vivos con las muestras de los restos de los presos. Y así hemos conseguido identificar, desde 2010, a 53 restos.
53 personas con nombre y apellidos. 53 historias de padres alejados a la fuerza de sus familias. De mujeres que veían cómo la condena de sus maridos las dejaba sin sustento. De hijos que sufrieron la desaparición del padre.
Historias todas ellas de vidas truncadas por la ambición, la venganza y el odio de unos contra otros.
Desde Valdenoceda, como desde tantos y tantos lugares de España, queremos hacer un llamamiento a todos, también a este Gobierno, para que hagamos juntos un ejercicio de memoria.
Muchos son los que preguntan por qué necesitamos hacer ese ejercicio de memoria. Otros no se molestan siquiera en preguntar. Simplemente dicen que siempre estamos hablando de fosas.
Lo cierto es que miles y miles de familias españolas tienen una herida abierta desde hace más de 70 años. Y es una herida que nadie ha ayudado a cerrar y que sólo podremos empezar a cerrar cuando consigamos recuperar los restos de nuestros familiares.
Estos últimos días hemos vivido con terror la tragedia del vuelo de GermanWings. El choque contra la montaña fue de tal magnitud que va a costar semanas recuperar los restos de los viajeros. Y algunos de ellos quizás no puedan ser recuperados nunca.
Los psicólogos que asisten a las familias tienen un punto de vista común:
«Las tragedias con cuerpos se asimilan antes. Está claro que sin un cadáver el estado de shock se alarga. Y también su recuperación», decían los propios psicólogos a los medios de comunicación que les entrevistaban.
Por eso, cueste lo que cueste, hay que intentar que las familias recuperen los restos de los suyos, porque sabemos que sólo así podrán comenzar su duelo. Y todos, sin excepción, hemos entendido la necesidad de realizar un esfuerzo extraordinario. Como digo, cueste lo que cueste.
Nosotros hemos entendido más que nadie la necesidad de recuperar esos restos para poder comenzar el duelo.
Y también apoyamos los esfuerzos extraordinarios que están haciendo los gobiernos de Francia, Alemania y España.
Sin embargo, en el caso de los represaliados por el franquismo, algo tan elemental se ha convertido en estos años en un asunto de debate político, en el que unos acusan a otros de (cito textualmente) «querer abrir heridas».
Y no. No es así. Se trata, precisamente, de todo lo contrario. Queremos recuperar los restos de nuestros familiares, porque sólo de esa manera podremos empezar a cerrar una herida que lleva decenas de años abierta.
A la falta de apoyo institucional se ha unido en España la incomprensión. ¿Es posible que alguien no entienda que queramos enterrar de forma digna a nuestros padres y abuelos?
Me gustaría lanzar, por enésima vez, una invitación a éste y a todos los gobiernos. Les invito a que hagan un ejercicio de memoria, a que sean conscientes de que miles de familias españolas necesitan cerrar heridas que llevan abiertas demasiados años.
En España, es necesario un ejercicio de Verdad, de Justicia y de Reparación, idéntico al que otros países han afrontado, sin rencor.
Sólo así podremos empezar a cerrar heridas y dar, entre todos, una oportunidad a la reconciliación.
Muchas gracias
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